El Dr. Atilio O. Diorio nos semblantea al Cardenal Quarracino y su aporte al pueblo de Mercedes sobre Santo Tomás de Aquino, teólogo y filósofo medieval que ejerció gran influencia en la teoría del derecho, desarrollando conceptos sobre la ley eterna, natural y humana, y abordando la justicia desde la filosofía y el derecho. Su trabajo sentó las bases para el desarrollo del derecho natural y la filosofía del derecho.
Por Atilio O. Diorio
Como inicio de este artículo dejo constancia que el accionar que se relaciona a quien accediera al rango cardenalicio se conforma sólo con el aporte memorioso. Por su derivación, toda diferencia que se manifestara con la realidad circundante del ilustre sacerdote, pido sea admitida y disculpada.
Sabida es la nacionalidad italiana de quien estamos recordando. Como así su profunda cuanto amplia cultura general. El curriculum vitae del ilustre sacerdote que nos ocupa es bien conocido por todos aquellos eventuales lectores de estos renglones .
Con lo que desembocamos en sentar que todos los datos personales atinentes a Monseñor Quarracino los damos por conocidos. Y en esta página daremos noticias de episodios que protagonizara y que son evidencias de su inagotable vocación de servicio.
Como primera manifestación de la personalidad de nuestro aquí hombre bueno, me remonto a 1954. Antonio Quarracino tenía residencia sacerdotal en la Curia Diocesana de Mercedes. Su relación religiosa con los jóvenes católicos locales era asidua y de alto voltaje intelectual.
Tal digo porque en ese año consiguió que las autoridades del Club del Progreso le prestaran la parte edilicia que ostenta frente a calle 25; lugar donde celebraban reuniones los directivos. El préstamo era por los días sábados de 18 a 20 horas y semana por medio.
Allí, Quarracino se reunía con la juventud católica local y les dirigía su pensamiento filosófico que se centraba en Santo Tomás de Aquino. Se continuaba con diálogos que se presentaban profundos y francos. El atardecer de una jornada sabatina en cualquier estación no obstaba a esa inquietud que, es de entender, enlazaba a todos sus concurrentes en cuanto deseaban ingresar al conocimiento del pensamiento tomista.
El segundo episodio que deseo incorporar a estas líneas, acaeció una noche siendo aproximadamente la hora 23. Me hallaba yo con otras personas guarecidos bajo el techo del Teatro Argentino frente a la plaza. Diluviaba. En un momento dado apareció también a protegerse un sacerdote con paraguas. Se mostraba mojado. Pues era Antonio Quarracino. Procedía caminando del Colegio Nacional, en cuyo Salón de Actos dirigía los ensayos del Coro mercedino.
Valoro que con lo que medularmente he dibujado, logro demostrar la voluntad que conducía a nuestro recordado de hoy en pos del bien común. Y lo cual, con evidencia, brinda razón a esta página que envuelve evocar al sencillo cura que ingresó al Cardenalato.